Ozzie Virgil Sr. abrió las puertas de las Mayores para los jugadores de República Dominicana en 1956. Su carrera como utility player y posterior rol como coach dejó huella e inspiró a posteriores estrellas quisqueyanas en la Gran Carpa. Fallecido en 2024, su vida enfrentó desafíos raciales, pero también tuvo momentos icónicos.
Habían ya pasado los años de postguerra y los Estados Unidos bullían como potencia industrial. Un jovencito nacido en Monte Cristi, con apenas 24, años tomaba su primer turno al bate con el uniforme de los Gigantes, que para esos años tenían sede en Nueva York.
La osadía de un latinoamericano
La llegada de Osvaldo Virgil a las Grandes Ligas en el año 1956 constituyó un hito de real trascendencia, ya que fue la primera vez que un jugador dominicano presentaba sus credenciales en el más exigente torneo beisbolero que se realiza en el orbe.
El jugador de cuadro y utility debutó con los Gigantes que entonces tenían su sede en Nueva York, y abriría la puerta para casi mil beisbolistas que le siguieronhasta nuestros días.
Osvaldo Joel Virgil Pichardo, como era su nombre completo, nació en la provincia de Montecristi el 19 de mayo del año 1932. Su padre, Henry Virgil, trabajaba como piloto de barcos en el puerto local, mientras que su madre, Isabel Pichardo, cuidaba del hogar. La familia no pasó buenos momentos bajo el régimen autoritario de Rafael Trujillo, lo que motivó, a mediados de los años 40, la decisión familiar de emigrar. Primero se dirigieron a Puerto Rico y finalmente se establecieron en Nueva York, más precisamente en el Bronx. Para esas fechas, Osvaldo tenía 13 años, por lo que, a fuer de ser sinceros, su formación beisbolística no fue en su país de origen.
Según cuentan las crónicas de la época, su afición al deporte del diamante se despertó al ver la Serie Mundial de 1947, en uno de cuyos partidos presenció la icónica atrapada de Al Gionfriddo —en ese entonces, jardinero de los Dodgers— para robarle un cuadrangular a Joe Di Maggio, de los Yankees. Tras graduarse en 1950, se unió al Cuerpo de Marines de Estados Unidos, donde sirvió hasta 1952 y estando en la Armada, tuvo oportunidad de jugar béisbol en el equipo de Camp LeJeune, Carolina del Norte.
El versátil jugador actuó, por lo general, como suplente, y se desempeñaba principalmente en la antesala y en la receptoría.
Inicios en el béisbol profesional
Virgil firmó su primer contrato en 1953 con los New York Giants, descubierto por el scout George Mack. Eso le representó un bono de 300 dólares —el equivalente a algo menos de 4 mil dólares de la actualidad. Debutó en las menores con los St. Cloud Rox de la Northern League, donde llegó a batear un promedio de .259. En 1954, pasó a los Danville Leafs en la Carolina League, y fue allí tuvo sus primeras decepciones por la segregación racial del sur estadounidense de aquellas épocas: no podía comer en ciertos restaurantes ni alojarse en los hoteles con el equipo.
Para 1956, jugó en Triple-A con los Minneapolis Millers, equipo en el que se mantuvo a tope entre los tercera base en putouts, asistencias y doble plays. Su solidez en el campo —y también sus participaciones en la Liga Invernal Puertorriqueña— fueron una excelente plataforma de despegue para dar el salto a las Grandes Ligas.
Debut en la MLB
Ozzie fue ascendido en el año 1956, y debutó el 23 de septiembre con el uniforme de los New York Giants ante los Phillies. No tuvo gran participación ese año, apenas consumió 12 turnos oficiales en los que disparó 5 indiscutibles para un promedio de .417. Entre sus batazos incluyó un doble y un triple y remolcó dos carreras.
Su debut marcaría la ruta a seguir en los años subsiguientes por una constelación de jugadores criollos hasta nuestro país alcanzar el nivel de primera potencia latinoamericana de peloteros con que se nutren las ligas mayores.
En una entrevista, muchos años después, y ya retirado de los campos de juego, comentaría:
“Puedo recordar todavía mi sangre fluyendo furiosamente por mis venas y la adrenalina casi ahogándome en mi primer día en las mayores. [...] Sabía que sería el primero de mi pequeño país en llegar a la mejor liga de béisbol del mundo. Pero lo que nunca sospeché es que con el tiempo se convertiría en algo tan común”.
Virgil, con una estatura de 6´, en su apogeo pesaba 180 libras, bateaba y lanzaba con brazo derecho. Si bien no alcanzó la estelaridad en la Gran Carpa, su nombre quedará grabado con caracteres indelebles por ser el primer criollo que logró ingresar en la archifamosa justa beisbolera.
En 1957 participó en su segunda temporada, en la que tuvo presencia al bate en 226 turnos en 96 partidos. Disparó 53 hits para un promedio de .235, y conectó su primer cuadrangular el 27 de abril ante un lanzamiento de Robin Roberts, de los Philadelphia Phillies.
Entre sus indiscutibles consiguió cuatro cuadrangulares y dos triples, para remolcar 24 carreras.
En la temporada de 1958 fue transferido a los Tigres de Detroit de la Liga Americana —fue el primer caribeño en esa franquicia. En su debut en casa fue ovacionado tras salir de 5-5. En su rol de sustituto, esa temporada, consumió 193 turnos al bate en los que disparó 47 indiscutibles para promedio de .244, incluyendo 10 dobles, 2 triples 3 cuadrangulares y 19 carreras remolcadas.
Últimos años como jugador
En 1961 dividió su actuación entre Detroit Tigers y Kansas City Athletics, pero apenas agotó 70 turnos al bate.
Pasó a los Piratas de Pittsburgh en 1965 y al año siguiente retornó a los Gigantes, franquicia que se había mudado a San Francisco. Su última aparición como jugador fue un turno de pinch-hitter en 1969 con ese uniforme.
Como utility diestro, cubrió todas las posiciones excepto lanzador y center field, pero donde más cómodo se sentía era en la tercera base. En 324 juegos en la Gran Carpa, acumuló un promedio de .231, 14 jonrones y 73 impulsadas. Se retiró como jugador en 1969, aunque ya oficiaba de coach desde hacía algún tiempo.
Carrera como coach y la vuelta a casa
Tras retirarse, Virgil inició una carrera de 19 temporadas como coach. Inició entrenando tercera base con los Giants, desde 1969 hasta 1975, siguió con los Montreal Expos, desde 1976 hasta 1981. Luego fue contratado por San Diego Padres, franquicia donde actuó entre 1982 y 1985, y ganó el banderín de la Nacional en 1984. Posteriormente, estuvo en los Seattle Mariners (1986-1988), a menudo bajo el manager Dick Williams.
También supo desplegar su talento como coach en en la liga dominicana, donde ganó el título con Águilas en 1970-1971, y trabajó como scout e instructor para los Mets hasta 2018. Fue allí, según contó alguna vez, que se ganó el apodo de “Orégano”, gracias al relato del legendario narrador Tomás Troncoso.
«Me pusieron Orégano por lo de la bola que se fue pa’l monte, y a mí me encanta. En mi casa siempre hay orégano, en la comida y en el corazón».
Su hijo, Ozzie Virgil Jr., fue catcher All-Star en 11 temporadas de MLB; padre e hijo compartieron el Juego de Estrellas de 1985, donde el junior impulsó dos carreras.
Su partida y legado a las nuevas generaciones
Osvaldo “Orégano” Virgil falleció el 29 de septiembre de 2024 en Monte Cristi por una pancreatitis, a los 92 años. Dejó tras de sí un legado como pionero que abrió puertas para cientos de dominicanos en MLB. Como homenaje a un hijo de la ciudad, el aeropuerto de Monte Cristi lleva su nombre desde el año 2006.
Próximo capítulo: Tres hermanos
Uno de los momentos más singulares en Ligas Mayores ocurrió el 10 de septiembre de 1965 en el Candlestick Park de San Francisco, cuando tres hermanos patrullaron los jardines de los Gigantes.
Heriberto Morrison - Director del Multimedios Faro Deportivo -
Con más de 40 años en el periodismo deportivo, ha sido redactor, columnista, editor y gestor multimedia en medios como La Noticia, El Nacional , Última Hora, El Nuevo Diario, Rumbo, Periódico Hoy, Listín Diario, y Cadena de Noticias/CDN. Fue Macro-Editor Deportivo de Multimedios El Caribe y Viceministro de Deportes de la Rep. Dom.
Publicada originalmente en 1995 y actualizada en varias ediciones hasta 2014, "El fútbol a sol y sombra" se ha convertido en el libro más traducido y leído de Eduardo Galeano. No es un tratado deportivo ni una crónica convencional: es una obra maestra de la literatura latinoamericana que transforma el juego más popular del planeta en espejo de la condición humana.
Entre los años 1956 y 2025 —según Baseball Reference— 930 dominicanos han llegado a las Grandes Ligas. He aquí el primer capítulo de una reseña acerca de los quisqueyanos que dieron el salto a la Gran Carpa y dejaron huella en el deporte del diamante.
La nación quisqueyana recibirá en casa a decenas de países para competir en más de 30 disciplinas deportivas. ¿Estará el deporte dominicano a la altura que supo mantener en anteriores ediciones de los Juegos Centroamericanos y del Caribe?